jueves, 25 de octubre de 2012

The Fall of the Days

                                           ¡TEMPESTAD!

                                                                                                           Agosto del 2611


Había pasado poco más de un mes desde que había abandonado su pueblo para acudir a la llamada del Primero. Los días se hacían muy largos y monótonos en aquel barco donde todos los días parecían exactamente iguales. La vastedad del mar le sacaba de quicio, por mucho que mirara al horizonte no veía otra cosa que el inmenso azul del océano. Aunque lo que peor llevaba era el clima. En los últimos 31 días no había llovido ni una sola vez, ni siquiera una maldita gota. Cada vez que miraba al cielo éste se encontraba despejado, como si todas las nubes del planeta hubieran desaparecido como por arte de magia. ¿Sería aquello una especie de consecuencia de que el Paraíso llegara a la Tierra? Desde que había puesto un pie en aquel barco había tenido mucho tiempo libre para darle vueltas a la cabeza e inevitablemente había terminado pensando en cómo sería ese Paraíso que el Primero había prometido. Ella siempre se había imaginado que el Paraíso sería algo así como un lugar pacífico, con un cielo siempre azul, con el sol en el azul todos el rato, pero sin que éste calentara demasiado. Un prado verde color naturaleza, donde se pudiera correr libremente. Mares de hierba cuyo final la vista no consiguiera alcanzar. Y tras días y días dándole vueltas a lo que significaba el Paraíso para ella, se dio cuenta de que la palabra que estaba buscando era "libertad". Aunque pronto se dio cuenta de que para resolver todas sus dudas tendría que esperar a ver al Primero en persona para que él se lo explicara todo.

Así que al final con tanto tiempo libre incluso se había aburrido de pensar. Siempre le acababa doliendo la cabeza y nunca llegaba a ninguna conclusión decente. Con todo aquel aburrimiento incluso los días se le hacían más largos y las noches, que era cuando dormía y pasaba de todo, se le hacían más cortas de lo normal. Menos mal que Zack estaba ahí. Si no hubiera sido por aquel chico, Cynthia habría terminado tirándose por la borda del barco hacía mucho tiempo. Es cierto que el rubio había venido con su grupo de amigos, no obstante, pasaba la mayor parte del tiempo con ella y rara vez la dejaba sola. Era un chico realmente adorable y amigable. Ambos habían cogido confianza muy deprisa y hablaban mucho entre ellos. En más de una ocasión mientras ambos estaban hablando había cazado a la chica morena del grupo de Zack observándolos de forma extraña. El rubio le había hablado un poco de ella. La chica se llamaba Elena y por cómo hablaba Zack de ella, el chico estaba profundamente enamorado de la chica. El caso es que se tiraban hora muertas hablando y aunque Zack también hablara de él, la que más hablaba era ella con diferencia. Él era más la clase de persona a la que le gustaba escuchar, hacer preguntas, dar su opinión y ofrecer su apoyo siempre. Había más chicas y chicos de su edad en aquel barco, el problema era que Zack había captado toda su atención y la chica era muy cerrada a la hora de conocer a más gente.

Aquella noche se había despertado de golpe en su cama sudando como un pollo que estaba siendo cocinado en el mismísimo purgatorio. Había tenido una pesadilla horrible, pero lo peor de todo es que no la recordaba. Era de madrugada y estaba segura de que no volvería a pegar ojo en toda la noche. Se levantó en silencio de la cama y se fue al baño descalza y en camisón de verano, una prenda liviana, vaporosa y recelosamente echa a medida que dejaba poco a la imaginación. Caminó sin sacar ruido hasta llegar al baño y una vez ahí se acercó al lavabo para mojar su rostro con agua fresca y así terminar de despejarse de una vez. Odiaba esa sensación de estar grogy, es como si se sintiera estúpida, y odiaba sentirse así. Cuando terminó, salió del baño y mientras se dirigía  a su habitación escuchó un ruido sordo en la cubierta del barco. Se quedó callada y clavada en el sitio por si habían sido imaginaciones suyas, pero no, el ruido volvió a repetirse. Estuvo por despertar a todo el barco empezando por Zack, pero antes de que cundiera el pánico decidió que lo mejor que podía hacer era asegurarse de lo que estaba pasando ahí arriba. Subió las escaleras con cuidado de no hacer ruido y cerró los ojos respirando fuerte con la mano en el pomo de la puerta que daba a la cubierta del barco. Abrió la puerta despacio mientras pasaba y la cerraba con sumo cuidado de no sacar ruido alguno. Miró a su alrededor, pero entre que era de noche y ya nada sacaba el ruido raro de antes era difícil adivinar si había alguien ahí o no. Caminó hasta la proa, pero ahí no había nada ni nadie. Sin embargo había un olor extraño, como si hubieran chamuscado algo o a alguien. Con la diferencia de que no había humo por ningún lado. Entonces sintió una mano en su hombro y se dio la vuelta bruscamente para encontrarse cara a cara con Zack que tenía un rictus de preocupación. - Oh, Dios, Zack eres tú, menudo susto me has dado. - Le reprochó mientras sentía que su corazón iba demasiado rápido para cosa buena. - Lo siento, perdona Cynthia, pero me ha parecido oír un ruido en la cubierta y había venido a mirar de quién se trataba. - Al contrario que ella el Elektro no parecía para nada asustado y se preguntó que estaría haciendo despierto a aquellas horas de la mañana. Respiró todavía algo impresionada por el susto que se había llegado y miró a los ojos al chico que en aquel momento se estaba rascando la cabeza de forma serena, tranquila y algo despreocupada. - ¿No hueles ese extraño olor a quemado, Zack? Está en el ambiente, es muy extraño. ¿Se puede saber qué haces despierto a estas horas.de la noche en vez de estar dormido como un bebé? - Quiso saber mientras arrugaba un poco la nariz porque Zack había suspirado al ver que le venía tanta pregunta encima. - No, no huelo para nada a quemado, serán imaginaciones tuyas, rubia. Es que he tenido una extraña pesadilla que en este mismo momento no recuerdo y me he develado. - Respondió con naturalidad mientras se despeinaba un poco de forma distraída y sonreía mirándola con calma. - Creo que me iré a dormir a la cama, a la mañana hablaremos si quieres. - Le comentó mientras le ponía una mano en el hombro y a continuación se daba media vuelta y tiraba a caminar hacia la puerta que daba a las habitaciones. - Zack, espera... - Comentó con suavidad mientras el chico se detenía y se daba la vuelta. - ¿Sí? - Le preguntó el joven algo desconcertado. - ¿De verdad, crees que soy tan estúpida? - Le dijo cambiando su tono de golpe mientras una sobra aparecía detrás de Zack.

Ni siquiera le dio tiempo a responder, ya que en aquel preciso instante notó un airecillo en su nuca y se agachó en el momento exacto para esquivar un puñetazo que iba dirigido a su mandíbula. Dicho puñetazo golpeó contra la puerta que daba a las habitaciones y la arrancó del sitio haciéndola trizas. El chico se apartó de un salto del recién llegado. Era rubio, con pelo muy corto y alborotado. Tenía un rostro pequeño, unos ojos brillantes de color azul y una mirada intensa. Sus pómulos eran muy marcados y su sonrisa algo siniestra. Un cuerpo fuerte, pero no en exceso, aunque el golpe que acababa de pegar la daba a entender que era mucho más fuerte de lo que aparentaba. Cynthia se acercó a aquel chico y ambos se volvieron hacia Zack al mismo tiempo. - ¿Qué diablos significa esto? - Exigió saber mientras miraba al nuevo y a Cynthia. - ¿De verdad crees que no he notado tus intenciones en todo este tiempo? Sé que te has acercado a mi para sonsacarme información, pero estoy harta de que me mangonees. Soy una Caeleste y voy a darte una lección. - Demasiado para asumir en tan poco tiempo. El cerebro del Elektro trabajaba a toda velocidad. No podía ser, ¿lo sabía? ¿cómo? ¿qué era lo que le había delatado? ¿Era una Caeleste? ¿Qué era un Caeleste? Otro ruido parecido al de una flecha al cruzar el cielo le advirtió que se diera la vuelta justo a tiempo para esquivar un arpón que se quedó clavado en la madera del barco. Se giró levemente con todos los sentidos alerta justo para ver cómo una chica bajita, de tez morena y de pelo oscuro se acercaba también a ellos. ¿Pero cuántos eran? Se encontraba rodeado de tres personas que querían matarle. - Matémosle. - Comentó el rubio sin piedad alguna y en aquel momento empezó a llover. El cielo se había cubierto tan rápidamente que ninguno de los presentes lo había advertido hasta que había empezado a gotear. Por su parte Zack sonrió, porque sabía lo que significaba, a pesar de lo que creyeran sus oponentes, él no estaba solo y esa lluvia se lo acababa de demostrar. - ¿Qué es un Caeleste? - Preguntó mirando a Cynthia a la espera de la respuesta, aunque sabía de antemano que no iba a dársela. Por su parte la rubia no contestó, aunque estaba un poco confundida, si no sabía lo que era un Caeleste, ¿significaba que era un humano? Aquello iba a ser más fácil de lo que creía. - Ve a por él, Darhak. - Ordenó al tiempo que el rubio se lanzaba a por él con el puño en alto. Saltó para golpearle, pero en un parpadeo el chico había desaparecido de la visión de los tres y el puño acabó golpeando en el suelo del barco haciendo un boquete en la madera. - No quiero haceros daño. - La voz de Zack sonó detrás de ellos y se volvieron de golpe hacia él. Otro ruido detrás de él seguido de una ráfaga de viento y una bola de energía acabó estrellándose en el mar haciendo que las aguas se revolvieran de forma furiosa. Había visto aquella bola de energía antes, bueno, aquella no, pero sí una con similitudes. Wyatt tenía el poder de lanzar bolas de energía, aunque las suyas fueran infinitamente más poderosas. Aunque si no hubiera sido por la "misteriosa" ráfaga de viento que había llegado de la nada, aquella bola habría terminado impactando en él y habría sido bastante molesto la verdad. El chico que había lanzado aquella bola de energía era bajito, de ojos claros y no es que tuviera un físico especialmente formado. - Por fin estás aquí Baek. - Dijo la chica cuyo nombre no conocía todavía. - Ya ves Lisa, estaba ocupado intentando pillarlo por sorpresa. - Aquello era de locos, no dejaban de aparecer y el chico era muy poderoso, pero con tanta gente con poderes ahí no sabía cómo saldría de aquella sin una ardua batalla. Entonces la madera donde estaba pisando Zack se volvió líquida, desestabilizándolo por completo y haciendo que sus pies se hundieran en el suelo. El chico mantuvo el equilibrio como pudo y cuando intentó sacar los pies vio que se había quedado atrapado, la madera volvía a ser sólida. - Fausto... Bien ya estamos todos, acabemos con él de una vez. - Su tono de voz parecía triste, pero denotaba determinación. Parecía que en el fondo le da pena tener que matarlo.

Los cinco se movieron, pero de pronto el Barco dio un parón de golpe y todos se cayeron al suelo excepto Zack, que seguía con los pies atrapados en la madera. La lluvia se había hecho más intensa, y el viento había comenzado a azotar con fuerza. Se estaba formando todo un temporal sobre ellos de golpe y los cinco chicos se levantaron confusos preguntándose qué había ocurrido. Hasta que se oyó la voz de Lisa gritar. - ¡Hemos encallado, el mar se ha abierto de repente! - Aquello era un espectáculo sobrecogedor. El mar se encontraba rodeando el barco a unos 50 metros de distancia mientras se arremolinaba a su alrededor. Por su parte el barco se había quedado clavado en la tierra firme donde antes había habido mar. Fue entonces cuando Zack comenzó a reírse ante el desconcierto de sus cinco enemigos mientras bajaba la cabeza levemente. - Yo tampoco estoy solo, Cynthia, no lo olvides. - No había terminado la frase cuando una fuerte  ráfaga de viento golpeó a los cinco y los lanzó volando hasta la por la proa del barco. Cayeron estrepitosamente contra el suelo pero no se hicieron daño alguno ya que Fausto había cambiado sus propiedades para hacerlo más blando. Cuando se levantaron los cinco aún sin saber lo que estaba sucediendo se encontraron ante tres chicos que los miraban de forma poca amistosa. Una chica morena y pequeñita, que Cynthia reconoció como Elena. A su lado se encontraba el pelirrojo conocido como Alexander o Alex y para terminar a su derecha estaba Aaron, el chico de media melena de los ojos cristalinos. Una tormenta estalló sobre ellos justo en el momento en el que un rayo caía al lado de Elena y aparecía Zack como salido de la nada. - Sois los Cuatro Elementos. - Comprendió Cynthia de golpe mientras los chicos no respondían a sus palabras. - No importa quiénes sean, debemos acabar con ellos, saben demasiado. - Comentó Fausto mientras daba un paso hacia delante encarándose a los chicos y preparándose para combatir. - Os damos una oportunidad para que os rindáis y nos digáis todo lo que sabéis a cerca del Paraíso y quién es el que está detrás de todo esto. De lo contrario, nos veremos obligados a usar la fuerza y os la sacaremos por las malas. - Les dijo un Aaron tranquilo, sereno y calculador como siempre. No obtuvo respuesta alguna hasta que Baek alzo una mano y una bola de energía del tamaño de su cuerpo salía de ella directo hacia los Elementos. Pero antes de que la bola llegara a acercarse siquiera un enorme muro de fuego con forma de boca de bestia apareció devorando la bola y haciéndola desaparecer como si nunca hubiera estado ahí. Elena movió la mano con rapidez y una ráfaga de agua que provenía del mar que los rodeaba se precipitó sobre los cinco, al tiempo que Lisa cerró los ojos y con un gesto arrancó un cacho de madera de tamaño considerable del caso del barco y lo interpuso entre el gran chorro de agua de Elena. Por su parte Darhak se había lanzado contra Alex aprovechando que estaba distraído contra Baek, pero salió repelido por una bofetada del feroz viento que lo mandó volando varios metros hasta que cayó al suelo. Cynthia miró a Aaron, pero antes de que pudiera siquiera pestañear Zack la había empotrado contra el barco. - Ni se te ocurra siquiera intentarlo. - Le dijo amenazante y con una sombra peligrosa en la mirada. - Entonces lo usaré contigo. - Dijo respirando como podía y cerrando los ojos para usar su poder. La respuesta de Zack fue inmediata. Una descarga recorrió todo el cuerpo de Cynthia provocando que gritara de dolor al tiempo que se daba cuenta de lo que le estaba haciendo. La tormenta seguía cobrando más fuerza a medida que pasaba el tiempo mientras los rayos, el viento y la lluvia golpeaban con fuerza. Algo agarró a Zack y lo alzó al cielo provocando que soltara a Cynthia. Una chica le había agarrado y lo había llevaba cada vez más y más arriba surcando el cielo. Por su parte Darhak se había acercado a Cynthia después del golpe del viento. - ¿Estás bien? - Preguntó mientras la sostenía por si se mareaba o algo. - Sí, pero no puedo usar mi poder, tengo la mente como adormilada. Ha sido por su descarga eléctrica. - Aaron formó un mini tornado de 10 metros de altura y lo mandó contra los dos chicos que se vieron atrapados por el feroz viento al instante. Alex había creado una especie de dragón de fuego que había golpeado a Baek provocando graves quemaduras en su cuerpo. Pero la que más calmada llevaba el combate era Elena, que se encontraba prácticamente rodeada por su elemento. Lisa estuvo a punto de morir ahogada como 9 veces en menos de un minuto. El combate pintaba mal para los futuros consejeros. Zack por su parte le lanzó un rayo desde el mismísimo cielo a la chica que le estaba elevando tan arriba provocando que esta perdiera la conciencia y ambos cayeran desde más de 20 metros de altura. Fausto se ocupo de que el cuerpo de la chica no sufriera daños en la caída y Aaron frenó la de Zack con el viento. - Estáis perdidos, dejad de pelead de una vez. - Comentó un Alex seguro de sí mismo mientras un chico asomaba de la cubierta del barco. - Vamos, arriba todos. - Dijo a los Consejeros al tiempo que sus heridas y cansancio se curaban de golpe y se encontraban como nuevos. Ahora eran 7 contra 4 y se encararon a los Elementos todos juntos. - Has tardado, Elijah. - El nuevo chico no respondió simplemente se fijó en sus adversarios que en aquel momento se encontraban en inferioridad numérica. Pero antes siquiera de que ninguno pudiera mover un músculo, un torbellino de agua, rodeado por un tornado de viento y fuego salió de la nada entre ellos mientras la electricidad rodeaba aquel extraño efecto. Cuando todo se disipó entre los dos grupos se encontraba un chico moreno más bien bajito, con sus ojos cristalinos centelleando con furia se volvió a los Elementos. - Subid al barco, me ocuparé de ellos yo mismo. - La voz de Syndus era seria, y no admitía réplica alguna. Aquellos individuos habían tratado de herir a su familia, y ahora lo iban a pagar muy pero que muy caro.











martes, 23 de octubre de 2012

The Fall of the Days

                                 LA MANO EN LAS SOMBRAS

                                                                                                          Julio del 2611


La joven caminaba por una calle abarrotada de gente con aire despreocupado. Intentaba pasar desapercibida, pero aquello era muy difícil al tener semejante belleza natural. Cualquiera que la mirara, prácticamente todos los hombres que pasaban por su lado, verían a una chica de unos 17 o 18 años. Complexión delgada y pequeñita. Su pelo era rubio, pero era un rubio tirando a oscuro y de larga melena que bajaba de forma lisa por sus hombros. Su cara era pequeña y el hecho de llevar pelo largo la hacía más pequeña aún. Unos ojos un poco rasgados, pero con un brillo cristalino en ellos. Una nariz pequeña y respingona, seguido de unos labios rosados y carnosos que hacían de su boca la mayor de las tentaciones. Un cuerpo pequeño, pero llamativo con unas curvas casi perfectas, seguido de unas piernas delgadas y muy cuidadas.

Ella no parecía ser consciente de que todo el que pasaba por su lado se quedaba contemplándola embodado. Por su parte la chica tenía demasiadas cosas en su cabeza como para prestar atención a nada más en concreto. Tenía órdenes claras y estrictas y no podía permitirse ningún tipo de distracción. Nunca había sido una creyente, pero desde que había recibido el don por herencia familiar había optado por convertirse a la religión que abogaban sus padres. Ellos alababan a un supuesto ser que hace unos 600 años había llegado al mundo y había comenzado a repartir sus poderes a algunos seres humanos escogidos por él. Al parecer su antepasado había sido uno de esos escogidos y había formado parte del círculo más cercando de aquel extraño ser al que llamaban "El Primero". Al parecer su abuelo también había trabajo con él formando así una especie de Consejo. En aquella organización estaban los primeros que habían sido bendecidos por un poder. Al parecer los deseos del Primero eran erigir una torre que alcanzara los cielos y para eso necesitaba a los humanos. Cuando le preguntaron para qué debían de construir una torre que alcanzara los cielos, la respuesta del Primero fue que la torre era necesario para traer el Paraíso al mundo y el Consejo recibió el nombre de "Los Consejeros del Paraíso". Aquella fue la primera generación de los Consejeros, después hubo más, a medida que morían los integrantes se escogía a una persona que pudiera sustituirle y que compartieran el mismo poder. Por lo que generalmente, por no decir siempre, el sucesor solía ser un descendiente del consejero muerto.

Hace unos días había aparecido un chico que decía que traía un mensaje del Primero. Fue entonces cuando le dijeron que su abuelo había muerto y que ahora debía de ser sustituido por alguien de su familia. Sin embargo sus padres no podían ir, ya que acababan de tener una niña pequeña y necesitaba de sus cuidados por lo que ella misma se presentó voluntaria para esa labor. Después de que el joven que vino comprobara que ella tenía un don y viera que era idéntico al de su abuelo, les dijo que informaría al primero y que dentro de dos días tendría que ir al muelle a coger un barco que la llevaría al continente del Oeste. Cuando terminó de hablar desapareció en sus narices como si nunca hubiera estado ahí. Habían pasado los dos días y ahí estaba ella, de camino al puerto con una pequeña mochila al hombro. No llevaba muchos trastos, nunca había tenido demasiadas cosas, así que tampoco es que necesitara una maleta o una mochila gigante. Sabía que ya nunca volvería a casa, del mismo modo que sabía que no volvería a ver a su familia nunca más, pero aquello era por un bien mayor. Por fin, tendría el honor de conocer al Primero en persona. Estaba deseando ver qué aspecto tendría, había tantos y tantos rumores que circulaban sobre él que quería verificar los que eran ciertos y los que no lo eran. Sin darse cuenta a penas de lo que sucedía a su alrededor llegó hasta el puerto desde el que zarpaba el ferry que la llevaría al otro lado del mundo, un paso más cerca de conocer al Primero.

Había muy poca gente en el barco, ya que costearse un viaje al continente del Oeste no era nada barato. Debías pertenecer a una familia de clase alta para poder permitirte algo así. Se acercó a la proa del barco mirando el mar con un gesto un tanto emocionado, todavía no se podía creer la suerte que había tenido al nacer con un don y encima poder conocer al creador de todos los dones. Volvió la vista a la tabla justo para ver cómo un grupo de cinco subía al barco también. A juzgar pos sus aspectos debían de tener la misma edad que ella y le extrañaba que por sus ropajes hubieran podido pagarse el billete. Cada uno vestía de una forma diferente, pero ninguno vestía como si fuera un niño rico lo cuál era muy curioso. Volvió la vista al mar para relajar sus nervios un poquito. Ahora mismo lo mejor que podía hacer era dejar sus cosas en el camarote. Se dio media vuelta mirando al suelo para recoger su mochila y cuando tiró a andar casi choca contra uno de los chicos del grupo de cinco. - Disculpa, no te he visto estaba mirando al suelo. - Comentó la chica a modo de disculpa mientras el otro chico sonreía de medio lado y negaba con la cabeza levemente. - No te disculpes, también ha sido culpa mía, ni siquiera estaba mirando por dónde iba. - Se disculpó con suma naturalidad y de forma amable. Después sobrevino un incómodo silencio en el que ninguno de los dos dijo nada, hasta que la curiosidad pudo con ella. - Me llamo Cynthia, ¿y tú? - Preguntó con un tono suave y delicado al tiempo que él ladeaba la cabeza ante la pregunta. - Un placer Cynthia, yo me llamo Zack. - Dijo acercándose a ella para darle dos besos. Ella por su parte sonrió y se acercó a él para darle un beso en cada una de sus mejillas y después apartarse levemente. Sonrió divertida para sí misma, parecía un chico amable y el viaje era bastante largo, por lo que no le vendría mal hacer algún amigo durante la travesía. Le dedicó una mirada al chico que en aquel momento estaba mirando al mar. - ¿Qué te lleva al otro continente? - Preguntó de forma tímida y algo curiosa, provocando que los ojos de Zack se volvieran hacia ella de nuevo. - Mis amigos y yo estamos haciendo algo de turismo. - Mintió el Elektro de forma natural al tiempo que sonreía levemente. - ¿Y tú? - Dijo devolviéndole la pregunta antes de que ella misma se sintiera preparada para contestarla. Obviamente no podía decirle que tenía poderes y que había sido convocada por el mismísimo Primero. Uno, porque era posible que el chico fuera un simple humano y por ahora la leyenda del Primero se conocía solo entre la gente que tenía poderes. Y segundo, aunque tuviera poderes podía ser uno de esos radicales que afirmaba que lo del Primero no era más que un cuento para explicar de dónde provenían sus poderes. En cualquier caso no podía arriesgarse demasiado. así que sonríe como una niña buena al chico. - Tengo familia ahí y voy a visitarla. - Respondió con naturalidad al tiempo que el chico asentía levemente a sus palabras. - ¿Padre, madre, abuelos...? - Dijo el chico moviendo la cabeza de un lado para otro mientras pronunciaba cada una de sus palabras. - Padre. - Dijo ella con segundas refiriéndose al Primero como padre de su nueva raza, claro que el chico no lo pillaría puesto que no sabía de lo que ella estaba hablando en ningún momento. - Ha sido un placer conocerte Cynthia, tendremos más ocasiones de hablar ya que el viaje dura bastante. Ahora tengo que volver con mis amigos o se preguntarán dónde demonios me he metido.  - Ella asintió dándole otros dos besos como despedida y después de aquello cogió su mochila y se metió a la sala donde estaban las habitaciones. Buscó la suya, se metió en ella tirando la mochila a un lado de la estancia y se echó en la cama cerrando los ojos y dándole vueltas a un par de cosas antes de quedarse dormida.

Por su parte Zack volvió de la proa y les hizo una seña a sus amigos para que se acercaran a él. Estos aparentemente estaban hablando de forma distraída, pero a ninguno de ellos se les pasó el gesto por alto y se acercaron a él. - ¿Y bien? - Preguntó Aaron clavando sus cristalinos ojos en él. Por su parte Zack suspiró un momento y luego los miró a todos para después detener su mirada en Syndus. - Es uno de ellos. - Dijo el chico sin ningún tipo de atisbo de duda en su tono de voz. Todos se miraron los unos a los otros como si estuvieran pensando lo mismo. - ¿Y cuál crees que es su...? - Comenzó a preguntar Syndus, pero fue interrumpido por el rubio. - No tengo ni idea, pero estoy seguro de que no me he equivocado. - Susurró mirándolos a todos uno a uno. - Bueno, entonces ya sabemos lo que tenemos que hacer. - Aventuró Alex mientras se apartaba el pelo de la cara. - Y debemos hacerlo rápido, no tenemos mucho tiempo. - Sentenció Elena mientras los otros cuatro asentían al mismo tiempo sin decir nada más.


















                                                                        

sábado, 20 de octubre de 2012

The Beginning of the End

                                       LA ÚLTIMA DECISIÓN DE WYATT

                                                                                                  Diciembre del 2011


Si hubiera sabido lo que le iba a suceder en ningún momento habría accedido a la petición de Heclacio. El Shinter le había dicho que el sello de la Miasma estaba a punto de romperse y que para volver a restablecerlo debía llevarse a cabo un ritual en Luna Llena, que casualmente era aquella misma noche. Si el ritual no se llevaba a cabo aquella noche, para cuando llegara el siguiente plenilunio ya sería demasiado tarde. Wyatt había accedido a ayudarle y Heclacio procedió a explicarle lo que estaba sucediendo. Para sellar la miasma, se precisaba de los Elementos naturales del planeta. De acuerdo con la tradición, cada dos mil doce años, una parte del alma de los Elementos eran usados para sellar la Miasma. Le explicó que los Elementos actuales no eran los primeros Elementos del planeta y que antes de ellos había por lo menos cientos de Elementos que habían sido creados con el propósito de restablecer el sello de la miasma. Cada vez que aquello sucedía los Elementos morían y siglos más tarde se volvía a resucitar al cacho de alma que quedaba en el planeta para prepararlo para el futuro. Aquella terrible verdad cayó sobre Wyatt con el peso de una losa. Así que para restablecer el sello de la Miasma los Elementos tenían que morir. Después podían volver a resucitarlos, pero ya no serían ellos mismos, serían personas nuevas y su hermano Syndus no podría soportar perderlos. Le prometió a Heclacio que llevaría a cabo el ritual a pesar de lo mucho que los Elementos significaban para él y el viejo abandonó la casa en silencio tras despedirse de todos. Después de aquello los cinco chicos habían ido a donde Wyatt para bombardearle a preguntas sobre lo que Heclacio le había comentado. Aún así Wyatt les había dicho que necesitaba algo de tiempo a solas para asimilar la información y que hablaría con ellos a la mañana siguiente. Pasó lo que le quedaba de tarde intentando tomar una decisión respecto a qué hacer con lo del sello de la Miasma. ¿Debía sacrificar a los Cuatro Elementos por el bien del mundo? Mirándolo de forma global cualquiera respondería que aquello debía de hacerse por un bien mayor, pero Wyatt apreciaba demasiado a los Elementos como para tomar aquella decisión de forma objetiva. Eran las 11 de la noche cuando por fin, llegó a la conclusión de que sea lo que fuere que iba a ser, sería lo correcto. Al final, acabó tomando una decisión.

FIN DEL VOLUMEN 1...


The Fall of the Days

                                                     EL PARAÍSO

                                                                                                         Julio del 2611

El sol golpeaba con especial fuerza aquel día. Hacía bastante calor, aunque la suave brisa que soplaba de vez en cuando hacía el calor algo más ameno. Aún así la temperatura ambiente debía de rozar los 45ºC y eso para cualquier persona que quisiera considerarse a sí mismo como humana era más que desagradable, por no decir insoportable. Un chico de aspecto rubio caminaba por la calle sin un rumbo aparente fijo. Miraba a todas partes como si esperara que en cualquier momento fuera a pasar algo o salirle alguien al paso. El joven tendría unos 17 años, pelo rubio y ojos oscuros. No era demasiado alto, pero sí que era de cuerpo bien formado. Vestía con una especie de camiseta negra de manga corta acompañado de unos pantalones azules oscuros que llegaban hasta el suelo a pesar de llevar unas deportivas blancas. No llevaba nada llamativo a la vista excepto un curioso brazalete en su mano izquierda. El accesorio era plateado y tenía una curiosa piedra incrustada en la parte superior. El chico dobló la esquina metiéndose en un callejón cuando de pronto varios encapuchados salidos de la nada le rodearon. - No iréis a robar a un joven de mi edad que no tiene ni para comer..- Espetó el chico con voz calmada y levantando las manos para dar a entender que no iba a intentar nada de ninguna manera. - Danos lo que tengas y no sufrirás ningún daño. - Dijo el que parecía ser el líder de la banda. El rubio suspiró un poco metiendo la mano en el bolsillo del pantalón despacio para que ninguno se alarmara y sacó una bolsita de dinero. A continuación se lo pasó al jefe y éste lo hizo sonar al lado de su oreja para asegurarse de que la bolsita no estaba llena de harina por ejemplo. - Es todo lo que tengo ¿Puedo irme ya? - Preguntó al tiempo que comenzaba a bajar la mano izquierda de forma lenta. El jefe pareció vislumbrar algo en ese momento y apuntó con su afilada espada al chico. - ¡Danos el brazalete! - Exigió el bandido con furia y codicia. - Ah, no, de ninguna manera, no puedo entregaros este brazalete. Lo siento, fue un regalo de mi hermano. Podéis quedaros con el dinero, pero no con mi brazalete. - Se defendió mientras su mirada se ensombrecía bastante al ver que el jefe blandía la espada contra él sin hacer caso a sus peticiones. De pronto el bandido jefe salió volando y se estrelló contra la pared del callejón aparentemente inconsciente mientras su cuerpo se escurría hasta el suelo y convulsionaba de vez en cuando por una causa inexplicable. Los demás bandidos se miraron los unos a los otros y a continuación cargaron a por el chico todos a la vez con sus armas desenvainadas. Lo que no sabían aquellos forajidos era que sus armas de poco servían ante alguien como aquel joven. En un destello con chispas azules todos acabaron en el suelo inconscientes, el chico caminó hasta el forajido jefe, le quitó la bolsita de dinero que le había dado en un principio y tras recogerla siguió su camino con naturalidad como si no hubiera pasado nada en ningún momento.

Volvió a lo que parecía ser la calle principal y siguió su camino con tranquilidad, aunque en su interior algo le decía que tenía que darse prisa. Aceleró el paso un poco hasta que salió del pueblo y luego tiró a mano derecha caminando por la orilla del río que pasaba por al lado de aquel pequeño pueblo en que se habían instalado hace poco. Suspiró deteniéndose de pronto mientras miraba a su alrededor para ver si había alguien por ahí. El lugar estaba desierto ya que en nadie en su sano juicio tenía intenciones de abandonar el pueblo con el calor que hacía. Miró al frente, el nacimiento del río estaba en una montaña de al lado de la villa y tenía que ir hasta ahí, sin embargo aún le quedaba bastante caminó. Se había entretenido en el mercadillo comprando algo para su amiga y ahora llegaba tarde, por lo que al final optó por coger la vía fácil. Cerró los ojos y en un parpadeo se encontraba al lado de la cueva de la montaña donde nacía el río. A pesar del calor y la sequía de aquel lugar, inexplicablemente la fauna de la montaña era de un color verde naturaleza y el río siempre era caudaloso, por no mencionar que en aquella montaña vivían todo tipo de animales. Al lado de la cueva había una especie de cabaña de madera bastante grande, en el podrían caber tranquilamente siete personas. El chico tiró a andar hacia la cabaña y abrió la puerta con cuidado de no sacar demasiado ruido por si interrumpía alguna conversación de las personas que se encontraban en su interior. Nada más cerrar la puerta puerta se dio la vuelta en el rellano y se encontró con unos ojos azules claros que lo miraban con reproche. - Llegas tarde. - Comentó con tono de regañina pero sin elevar su voz en ningún momento. EL rubio lo miró con cara de disculpa mientras sonreía de forma amistosa y ambos comenzaban a caminar hacia el salón donde probablemente esperaban todos los demás. - Siento haberme distraído, pero hoy había mercadillo y me he entretenido de camino. - Comentó con calma mientras el otro chico de ojos azules y de cabello rubio de media melena lo miraba de forma fugaz. - No vuelvas a hacer eso, empezábamos a pensar que te habría pasado algo. - Le comentó con voz grave mientras abría la puerta del salón y tres cabezas se volvían hacia ellos de forma simultanea. - Siempre tarde Zack. - Soltó un chico pelirrojo con una melena tan larga que le llegaba por debajo de la cintura sonriendo de forma divertida. El chico que estaba a su lado era moreno, tenia el cabello corto y sus ojos brillaban como brillaba el cristal cuando recibía los rayos de sol. Asintió con la cabeza de acuerdo con lo que el pelirrojo había dicho y después clavó la vista en la única chica de las estancia. - Estábamos preocupados ya, si vuelves a retrasarte por lo menos avisa. - No le estaba reprimiendo, la chica sonreía de forma amable y tranquila, por lo que el recién llegado sonrió asintiendo con la cabeza. - Siento no haberos avisado, pero no todos los días me piden que le de una vuelta al mundo para saber si hay noticias o algo nuevo.  - Inquirió ladeando la cabeza mientras se revolvía el pelo con tranquilidad. El único chico moreno de ojos cristalinos se removió en su asiento y le miró a los ojos mientras respiraba hondo. - ¿Has oído algo sobre él? - El rubio negó levemente con la cabeza y una sombra de decepción se reflejó en el rostro del moreno. - Lo siento Syndus, pero no hay nada. Es como si se hubiera esfumado, como si alguien lo hubiera borrado del mapa llevando todo el rastro posible con él. - El moreno sonrió como pudo mientras apoyaba los codos sobre la mesa. - Entiendo. Gracias Zack, de verdad aprecio el esfuerzo que has hecho. Deberías de descansar, seguro que ha sido bastante agotador para ti. - Le dijo Syndus mientras el Elektro tomaba asiento en la mesa junto a la ??morena que le dedicó una sonrisa. - De todas formas en el otro continente he oído algo de lo más extraño y creo que os interesará saberlo. Es algo raro y a ti te encantan las cosas raras Aaron. - Dijo volteando la cabeza hacia el otro chico rubio de media melena que le había abierto la puerta. - ¿Y qué es eso tan raro? - Quiso saber el Ventus con una repentina chispa de interés en sus claros ojos. - ¿Qué has oído? - Dijo el pelirrojo uniéndose a la conversación de forma improvista. Zack miró a Aaron y después volvió la vista hacia el pelirrojo. - He oído sobre el Paraíso, Alex. - Dejó caer el Elektro clavando sus ojos en sus amigos uno por uno. - ¿El "Paraíso"? - Repitió la morena abriendo los ojos sin comprender. - Así es Elena, hay rumores por todo el continente que dicen que pronto llegará el Paraíso a la Tierra. - Aaron frunció el ceño pensativo. - ¿Pero el Paraíso como tal? ¿El Paraíso Paraíso? - Insistió el Ventus algo confuso. No era para nada típico que él repitiera tanto una pregunta que ya a había sido respondida, pero aquello le había pillado por sorpresa, igual que a todos. - Están levantando una especie de Torre para conseguirlo. En lo que a mi respecta me suena a cuento chino, pero quería comentároslo, ya que a lo mejor para vosotros significa algo.

Un silencio sepulcral reino durante los próximos diez minutos, ya que los chicos estaban ensimismados y pensativos por lo que Zack les había comentado. Ninguno dijo nada en absoluto hasta que Aaron levantó la vista y la clavó en Syndus. - Syn, recuerdo que antes de su desaparición Wyatt nos comentó una anécdota relacionada con la Tribu Shinter en la que nombraba el paraíso en la Tierra. Según tu hermano, ambos estabais presentes cuando el antiguo líder Sadler os contó la historia. ¿Por qué no nos la cuentas? - Las cuatro cabezas incluida la del propio Aaron se volvieron hacia Syndus. Éste asintió despacio mientras suspiraba un momento y se mordía el labio pensativo, tratando de recordad la leyenda/historia que había oído hace más de mil años ya. Pero él no era de los que se sentaban a escuchar esa clase de historias, aquello era más propio de Wyatt. Si él estuviera ahí seguro que tendría las respuestas a todas aquellas preguntas. Lo cierto es que le echaba demasiado de menos. Había desaparecido hace ya 600 años, justo en la noche en la que Heclacio había aparecido para hablar con él. Syndus ni siquiera sabía de lo que habían hablado, ya que Wyatt le había pedido que esperaran al día siguiente para compartir la información. Sin embargo al día siguiente su hermano mayor había desaparecido sin dejar rastro alguno. Llevaban buscándolo desde entonces, pero es como si al chico lo hubiera devorado la Tierra. - ¿Syndus...? - Preguntó Elena con suavidad devolviendo al chico al mundo real. - Sí, bueno, veréis. Recuerdo que aquel día Wyatt y yo habíamos iniciado una discusión por una tontería. Una cosa nos llevó a la otra y al final acabamos discutiendo si el Paraíso existía o no. Yo afirmaba que sí y Wyatt aseguraba que no. Sadler nos encontró justo a tiempo y nos dijo que nos contaría una historia para disipar nuestras dudas, pero que nos advertía de antemano que yo llevaba la razón y que el Paraíso realmente existía. Nos narró una leyenda que al parecer decía que en algún momento dado el Paraíso llegaría a la Tierra y que la señal sería la construcción de una torre que alcanzara los cielos. Tampoco presté demasiada atención, yo llevaba la razón y con eso me bastaba. En aquel entonces no me interesaba aquella historia para nada. Lo único que quería era darle en las narices a Wyatt. - Sentenció mientras dejaba que su voz flotara en el aire y a continuación se perdiera en el silencio. Los cinco volvieron a callarse hasta que de nuevo fue Zack el que rompió el silencio. - Entonces... ¿de verdad es cierto ese cuento del Paraíso? ¿la leyenda era cierta? - Preguntó el chico a nadie en concreto mientras se estiraba un poco. - Bueno, dicen que todas la leyendas tienen una base de verdad. - Comentó Alexander como respuesta a las palabras de Zack. - Sí, pero no podemos saberlo. - Añadió Elena mientras se echaba el pelo hacia atrás con un suave gesto. - Supongo que solo hay una forma de averiguar su autenticidad, comprobándolo nosotros mismos. - Todos miraron a Syndus ya que era el único que no había dicho nada, además en ese tipo de temas él tenía la última palabra desde la desaparición de Wyatt. - Tenéis razón, haced las maletas chicos. ¡Nos vamos al otro continente! -