sábado, 22 de marzo de 2014

VOLUMEN 3:  

Brave New World 


                                                         ESCLAVIZADOS

                                                                                                           Febrero del 3700




Aún continuaba picando. Los días eran todos iguales en aquel lugar. Debía levantarse pronto e ir a trabajar. No tenía derecho a descansar por mucho que le fallaran las fuerzas o por muy dolorido que estuviera su cuerpo. No comía, no descansaba y a penas dormía... ¿cuánto podría resistir aquella situación? Ella no era fuerte, nunca lo había sido. Al contrario que su amiga, ella siempre había sido débil. El trabajo físico era agotador y cada día sentía que le quedaban menos fuerzas para seguir adelante. Al contrario que ella, su hermano era un chico fuerte por muy joven que fuera y el cansancio físico y las palizas a las que los sometían a diario no parecía tener efecto alguno en él. Adam era su más fiel protector, al fin y al cabo siempre habían estado juntos. Ambos eran jóvenes príncipes de un reino muy lejano y los dos habían sido secuestrados por esta secta en una de sus travesuras. Había perdido la noción del tiempo y lo cierto era que no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba ya ahí. Tal vez cinco meses, o a lo mejor un año... o tal vez más de dos. Todos eran niños que habían sido secuestrados y traídos a aquel remoto lugar en una isla en medio del mar. No había nada, salvo unas ruinas muy antiguas de lo que antaño parecía haber sido una colosal torre.

Aquel día era como otro cualquiera y la joven rubia seguía picando con el cuerpo lleno de sudor bajo aquel abrasador sol. Era muy curioso, pero en aquel lugar nunca hacía mal tiempo y el cielo siempre estaba despejado. Estaba empezando a marearse con todo el calor y lo poco que había comido y al final la pica se le cayó de las manos y ella se desplomó de rodillas dejando caer un largo suspiro. Uno de los encapuchados encargados de mantenerlos trabajando todo el día no tardó en acercarse hacia ella con el látigo suelto en su mano derecha. - ¡Levántate! ¡Arriba! ¿O es que quieres recibir un severo castigo? - Por toda respuesta la rubia intentó levantarse del suelo, pero las fuerzas le fallaron y volvió a desplomarse en el suelo una vez más. - No puedo más... estoy agotada. Hoy ni siquiera hemos comido. - Replicó con un tono de voz algo delicado. Al individuo no debió de parecerle razón suficiente pues extendió la mano del látigo dispuesto a atizarla y castigarla por no trabajar, sin embargo, alguien se interpuso. - ¡Espere! Yo trabajaré por ella. Cumpliré con su parte y la mía. Lo prometo. Pero no le haga daño por favor. - El individuo se mantuvo en silencio mirando a las dos niñas, con el brazo aún extendido con ganas de atizar a alguien. - Está bien. Pero si en algún momento te detienes, un solo segundo... serás llevada a la cámara de tortura durante dos días. ¿Queda claro? - Dicho esto el hombre se fue y volvió a su puesto de trabajo. - Oh Ashe lo siento... esto es culpa mía. Si no fuera tan débil...- La aludida de pelo moreno negó enseguida con la cabeza y ayudó a levantarse a su amiga. - No digas eso Elaisha. Tú no eres débil. Nunca lo has sido. Trata de descansar en lo que yo trabajo. - Le dedicó un guiño y después cogió la pica que su amiga había dejado caer minutos antes. - No sé qué haría sin ti. Probablemente ya estaría muerta. Adam no puede cuidar de mi eternamente. - Ashe comenzó a picar y ni siquiera volvió la vista hacia ella cuando habló. - No tienes que darme las gracias Ela. Tú eres como una hermana para mi. Además sé que tú harías exactamente lo mismo por mi. - Unas lágrimas que Ashe no pudo ver asomaron en las mejillas de su rubia amiga, sin embargo, no añadió más y cuando ya era capaz de trabajar, se puso a ello de nuevo. La jornada llegó a su fina muy despacio y por fin todos los niños pudieron irse a "la cama".

Klaus... - El pelinegro abrió los ojos muy lentamente mirando a su alrededor de forma muy confusa. - Klaus... - La voz sonó de nuevo en la oscuridad de la mazmorra donde los niños dormían en el suelo. Se irguió quedándose sentado. La voz era clara, pero parecía ser el único que lo había notado. - Klaus, escúchame. - El chico miró a su alrededor de nuevo y asintió despacio. - S-Sí, te oigo... - Balbuceó claramente asustado con todo lo que ocurría a su alrededor. Lentamente buscó a su compañero durmiendo a su lado y le dio un leve empujó para que éste despertara. - ¿Pero... qué? ¿Klaus? - La voz de Elliot era confusa y algo desvariada. - Klaus, debes venir ahora. - El aludido dio un pequeño respingo y miró a su alrededor algo asustado. - ¡¿Lo has oído?! - Elliot miró a su alrededor y después volvió a mirar a su amigo. - ¿Oír el qué? - Era más que evidente que Elliot no había oído nada y Klaus empezaba a pensar que se había vuelto loco. ¿Por qué solo él oía aquella voz? - Coge a Elliot y dirígete a la mazmorra más profunda de la torre. Los demás ya están ahí esperando. - La voz se fue apagando hasta que solo se convirtió en un murmullo que se perdió en la nada. Se levantó lentamente ante la curiosa mirada de Elliot. - ¿Klaus qué estás haciendo? - El aludido sacudió su cabeza lentamente y después se volvió a Elliot. - Ven conmigo Elliot. Necesito que me acompañes. - Los ojos de su mejor amigo se abrieron como platos y después miró a su alrededor. - ¿Acompañarte dónde? ¿Estás loco? Yo no pienso moverme de aquí. Sabes que no tenemos permitido salir de aquí. Si alguien nos pilla, nos castigarán o peor. Nos matarán a los dos. - Klaus suspiró y echó a andar él solo a la salida de la mazmorra. Al ver que su amigo se iba solo, Elliot se levantó rápidamente y le siguió. - ¡Espera! - Klaus hizo caso omiso y salió de la mazmorra. Asomó la cabeza y vio que no había guardias cuidando el lugar. - Qué raro... No hay nadie. - Murmuró y después se volvió hacia Elliot sorprendido. - ¿Tú no querías irte a no sé qué sitio? Pues vamos. - Apremió su amigo mirando a todas partes. Ambos chicos se fugaron en silencio y con mucho cuidado de no cruzarse con ningún guardia. Es como si todos los guardias hubieran desaparecido de forma conveniente... ¿estaban dirigiéndose a una trampa?

Al final lo alcanzaron, lo que parecía haber sido el sótano o el piso bajo de la colosal torre yacía ahora en ruinas y oscuridad. Los niños que trabajan en la obra tampoco sabían demasiado, pero por lo que Elliot había oído murmurar a los guardias y algunos encargados lo que estaban construyendo en aquel lugar era una réplica exacta de lo que había sido la más alta torre de la historia. ¿Pero por qué querría una secta volver a levantar la torre? ¿Tal vez como un símbolo de poder? Al este del continente el recién proclamado Rey de los Celestes estaba ganando un inmenso poder en muy poco tiempo. Los humanos, como ellos, eran secuestrados o simplemente encarcelados como simples esclavos a merced del imperio o de las sectas liberales. Elliot estaba dándole vueltas a aquello cuando Klaus se detuvo de pronto y su compañero por estar distraído con sus pensamientos se dio contra él sin querer. - No pares así de repente... - Protestó Elliot frotándose un poco la cabeza. Klaus era bastante más alto y corpulento que él, por lo que en el choque, el que había salido perdiendo era él. Al ver que su amigo no contestaba Elliot se puso a su lado y miró al centro de la sala, donde ya se encontraban otras cinco personas o más bien niños. - ¿Ashe? ¿Todo esto es cosa tuya? Porque no tiene gracia alguna... - Klaus miró a la pelinegra que se encontraba con los otros cinco niños. Lo cierto era que la más "traviesa" de todos ellos era Ashe y la única lo suficientemente inteligente y maliciosa para trazar un plan que sacara a siete niños de la cama era ella. - Esta vez no he sido yo, lumbreras. - Se quejó la aludida con su actual descaro y desparpajo. - He sido arrastrada por Elaisha, que afirma haber oído una voz que la hablaba de la nada. - Su amiga rubia se encogió de hombros con una sonrisa algo tímida, como si se sintiera culpable por haber arrastrado a su mejor amiga a aquella locura. - No es la única que oye voces. - Esta vez fue una niña pelirroja la que habló y llamó su atención. Era Adhara por supuesto. Otra chica con un carácter muy similar al de Ashe. - Yo he arrastrado a Adam y Nina hasta aquí. - No parecía importarle mucho el hecho de que hubiera sacado de la cama a dos de sus amigos para seguir las instrucciones de una voz que se escuchaba en la oscuridad.

Los siete niños de apenas once años no tardaron en empezar a discutir como locos. Que si estaban locos. Que escuchar voces no era normal ni siquiera en el mundo Celeste al que ellos no pertenecían. Que realmente no sabían por qué habían acudido... Continuaron discutiendo por lo menos durante una hora y sin que ellos lo notaran, llegó la medianoche y la luna llena filtró su luz por un agujero en en techo hasta bañarlos completamente. En ese instante el suelo brilló y un extraño círculo se trazó en el mármol del suelo que seguía estando bañado por la luz de la luna. Los niños, asustados, pegaron un grito e intentaron correr para huir de aquel extraño fenómeno, pero pronto descubrieron que estaban atrapados en aquel curioso grabado de cinco colores. Una sombra uniforme se materializó en el centro con los ojos de un color azul chispeantes ante la atónita mirada de sus visitantes. - Hola niños... Me alegra ver que al menos siete de los veintiún elegidos han acudido a mi llamada. Antes de nada. Sed bienvenidos a mi torre.- Los niños se mantuvieron en un completo silencio, incapaces de articular una sola palabra completamente superados por aquella situación. - ¿Q-Quién eres? - Consiguió articular una atemorizada Elaisha a lo que la sombra respondió con una risa de ultratumba. - Yo soy Uno. La fuerza del Universo. Soy lo que hace que la Tierra gire alrededor del sol. Que tus pulmones respiren el aire que necesitas. Soy la cura. El equilibrio. El poder. - Se miraron unos a otros poco a poco haciéndose a la situación y esta vez fue Elliot el que se dispuso a hablar. - ¿Qué quieres de nosotros? Porque es evidente que nos necesitas para algo. - Ahora era el turno de la sombra para tardar en responder, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para hacerlo sin que los niños salieran corriendo. - Cooperación. - Dijo al final. - ¿Cooperación? - Repitió Klaus dando un paso hacia delante sin siquiera darse cuenta de que lo estaba haciendo. - ¿No lo habéis notado? El mundo está enfermo. A cada día que pasa acerca a su final. Necesito a gente que lo salve por mi, pues yo no puedo hacerlo en este instante. La gente que está levantando esta torre lo hace con la esperanza de que algún día conseguirán llegar hasta mi, pero se equivocan. Ellos no son los elegidos. Vosotros lo sois.- Explicó todavía hablando con una voz más que profunda y seria. - ¿Por qué no lo haces tú mismo? - Preguntó Nina de forma algo tímida pero segura al tiempo que ladeaba la cabeza. - Yo estoy... indispuesto en este instante. No puedo hacerlo. Sin embargo, sé que vosotros sois perfectamente capaces libraros de esta secta. Instalaros en esta torre y levantadla desde sus cimientos para que vuelva alcanzar los cielos una vez más. - Elliot frunció el ceño y Adam se cruzó de brazos. - ¿Estás diciendo que el mundo enfermó porque la torre se derrumbo? ¿Y que si lo levantamos de nuevo lo salvaremos? - La voz se mantuvo de nuevo en silencio durante unos segundos que parecieron eternos. - Lo que estoy diciendo es que podéis salvar el planeta. Lo único que tenéis que hacer es echar a los de la secta y buscar voluntarios que quieran contribuir a la causa. La torre quedará terminada antes de lo que imaginéis y vosotros seréis los héroes que lo han hecho posible. Pensadlo detenidamente. De todas formas estoy seguro que cualquier cosa es mejor que la vida que lleváis ahora. Si es que se le puede llamar vida claro. - Una vez más el silencio sobrevino en la sala y todos los chicos se miraron entre ellos y comenzaron a debatir sobre aquella locura. Por una parte, Ashe, Elaisha, Adam y Klaus estaban de acuerdo en confiar en la sombra y salvar al mundo. Por otra parte Nina, Adhara y Elliot se mostraban algo reticentes a confiar en la Sombra.

Tras quince minutos de acalorada discusión decidieron votar de forma democrática y como eran cuatro contra tres al final accedieron a ayudar a Uno. - Lo haremos. Salvaremos el mundo. Aunque... no sé cómo nos desharemos de los miembros de la secta del Primero: Aunque no sean Celestes y no tengan poderes, ellos son muchos y nosotros solo siete críos que no tienen nada que hacer. - Replicó Klaus mirando a la sombra mientras fruncía el ceño. - Me tenéis a mi, y eso será suficiente. - No había terminado de hablar cuando los siete niños recibieron una inmensa descarga de energía que los dejó a todos algo aturdidos y retorciéndose en el suelo. - Acabo de daros parte de mi. Parte de mi poder. Ahora podéis consideraros Celestes. Usad vuestros poderes con sabiduría. Volveremos a vernos... - La voz volvió a desaparecer al mismo tiempo que el círculo de conjuros de desvanecía y la luna se escondía en el horizonte indicándoles que amanecería enseguida. ¿Pero en qué lío se acababan de meter? ¿Quién era realmente Uno? ¿Eran sus intenciones buenas? ¿Y qué ocurría con la Secta del Primero? Solo el tiempo lo diría.