martes, 27 de noviembre de 2012

The Fall of the Days

                                             EL ELEMENTO PROHIBIDO

                                                                                                             Agosto del 2611


Toda la furia de la tormenta había estallado sobre ellos. El mar continuaba arremolinándose alrededor de ellos a unos veinte metros de distancia. Mientras tanto, el barco se encontraba anclado en tierra firme sin posibilidad de moverse a ningún sitio y a su lado un grupo de jóvenes parecían estar resolviendo sus diferencias. Parecía que los Elementos iban a salir victoriosos de aquel combate, hasta que un misterioso joven llamado Elijah apareció y curó a todos sus aliados. Lo que significaba que el combate volvería a empezar de cero otra vez. Los Elementos no tenían ninguna manera de curarse por lo que en ese aspecto se encontraban en una absoluta desventaja. Por no mencionar que se encontraban en inferioridad numérica. Incluso siendo ellos tan poderosos como eran tenían claro que podían llegar a salir muy mal parados de aquel combate. Aaron escudriñaba a cada uno de los enemigos mientras trazaba un plan de ataque. Sabía que las posibilidades de salir ilesos de aquel combate eran prácticamente nulas y por eso trataba de maquinar algo que les ayudara a sufrir el menor número de heridas posible. Los pensamientos de Aaron se vieron interrumpidos cuando un torbellino de agua seguido por uno de un tornado revestido con fuego y electricidad apareció entre ellos y los futuros consejeros. Cuando aquel extraño fenómeno cesó Syndus apareció como por arte de magia. Les dijo a los Elementos que lucharía él solo contra los enemigos y su tono de voz no admitía réplica alguna. Los chicos no tuvieron más remedio que aceptar y con la ayuda de Aaron y su control del viento, volvieron al barco y miraron desde arriba.

Mientras tanto Syndus se encaró al grupo de jóvenes que tenían delante. La mirada del chico era seria y por primera vez en siglos amenazadora y peligrosa. Dio un solo paso hacia los futuros consejeros y aquello bastó para que todos se pusieran en alerta. - Estás loco, ¿vas a pelear contra nosotros tú solo? - Dijo Darhak alzando una ceja pero poniéndose en posición de combate por si acaso. Syndus no contestó, simplemente alzó la palma de su mano apuntando directamente hacia el grupo entero de chicos. - Creo que es exactamente lo que piensa hacer... - Fausto no había terminado de hablar cuando una violenta llamarada de color negro salió de la palma de la mano de Syndus. Los futuros consejeros nunca habían visto algo así. Baek fue el primero en reaccionar y lanzó haz de energía justo contra el suelo que se encontraba ante ellos. El suelo estalló y de su interior salió agua como si debajo de aquel suelo también hubiera mar. Los chicos respiraron aliviados cuando el ataque de Syndus dio de lleno en el muro improvisado de agua. No obstante su alegría duró poco porque de pronto se dieron cuenta de que las llamas seguían intactas aunque el ataque había cesado. - ¿Qué clase de fuego quema el agua? ¿Qué monstruo eres tú? - Dijo la chica entre asustada y enfadada. En esta ocasión tampoco obtuvieron respuesta alguna de Syndus ya que con otro movimiento de mano y el agua que se estaba quemando como consecuencia del fuego negro salió disparada hacia ellos como si se tratara de un perforador gigante rodeado de llamas. Fausto y Lisa tuvieron que actuar para levantar una barricada con las rocas que había dejado Baek tras su explosión. La Telekinos movió todas las rocas una detrás de la otra con su poder y Fausto los endureció lo máximo posible. Aún así nada parecía detener el perforador de agua y ya habían perdido toda esperanza hasta que el ataque se desvaneció cuando sólo quedaban dos rocas como escudo. Los dos chicos respiraron aliviados y Darhak se movió contra Syndus por el flanco izquierdo y Baek le flanqueaba por el derecho. Por otra parte Syndus junto ambas manos y cerró los ojos y cuando Darhak le alcanzó y fue a propinarle un puñetazo todo su cuerpo comenzó a emitir una electricidad de color negro que alcanzó primero el puño del Eximakásei y después su cuerpo entero, provocando que lanzara un agudo grito de sorpresa seguido de uno de dolor. Se apartó de Syndus mientras Baek pegaba un salto de varios metros de altura, cargaba una esfera en el centro de su pecho con ambas manos y la lanzaba contra su contrincante. Syndus miró a la esfera de reojo y ni siquiera se movió cuando el viento rugió con fuerza y un fuerte vendaval salido de la nada provocó que la esfera se desviara de nuevo hacia Baek, golpeándolo de lleno y provocando una gran explosión. Aeras lo cogió al vuelo a una velocidad considerable al tiempo que Darhak retrocedía con su brazo bastante herido. El rayo le había provocado quemaduras de segundo grado y por si fuera poco se le había entumecido el brazo por la descarga eléctrica, ni siquiera podía moverlo. Elijah cerró los ojos y las heridas de todos desaparecieron en ese mismo instante. Fue entonces cuando el Sanavi sintió una terrible opresión en el pecho y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que Syndus había clavado sus cristalinos ojos en él. De pronto se sintió pequeño, poquita cosa, como una hormiga que se daba cuenta de que estaba plantando cara a un titán y se daba cuenta de su actual situación.

El viento comenzó a arremolinarse alrededor de Elijah y para cuando quiso darse cuenta estaba en el eje de un tornado gigante cuyas ráfagas de viento provocaban constantes cortes en su cuerpo. A cada segundo que  pasaba asomaba otro corte muy profundo que lo hacían sangrar y gritar de dolor. Los futuros consejeros se volvieron hacia Elijah, siendo conscientes de que si él perdía el combate habría terminado para ellos. Syndus no se había movido del sitio aún, lo cuál resultaba un tanto escalofriante teniendo en cuenta que estaba peleando contra siete personas a la vez  como si aquello no fuera un esfuerzo para él. Los seis consejeros restantes se pusieron en guardia para lanzar un ataque conjunto contra Syndus, pero justo en ese momento las gotas de lluvia se intensificaron dificultándoles incluso la visión, hasta que Lisa gritó porque una de las gotas le había abierto una herida en el rosto. No fue la única en cuestión de segundos la lluvia había sido sustituida por pequeñas estacas de hielo que caían del cielo a velocidades vertiginosas.  Ahora sí que estaban en clara desventaja. Syndus era un verdadero monstruo comparado con los Elementos y aquello estaba quedando patente en aquel combate. - ¡Necesito que me deis un minuto! - Chilló Cynthia por encima del temporal mientras Lisa volvía a levantar el tablón de madera del casco del barco mientras Fausto lo transformaba con sus poderes en una especie de panel de cristal gigante, tan grande que era capaz de cubrir a todos los consejeros menos a Elijah, que seguía atrapado en el tornado. Syndus clavó sus ojos en Cynthia y antes incluso de que el Shinter pudiera reaccionar la menthus se metió en su mente. No era la primera vez que Cynthia se metía en la mente de alguien, pero estaba segura de que jamás se había metido en una mente como aquella. La mente de una persona se dividía por habitaciones, un pasillo lleno de puertas que llevaban a distintas habitaciones de la conciencia de dicha persona. Sin embargo nunca jamás había estado en una mente tan compleja como aquella. No era un pasillo, aquello era un castillo gigante formado por cientos y cientos de pasillos que convertían aquel lugar en un verdadero laberinto. No tenía mucho tiempo antes de que Syndus se percatara de que la chica estaba en su mente y sus defensas mentales se activaran automáticamente. Comenzó a correr por los pasillos de la conciencia de Syndus buscando la puerta que la llevaba al control de las acciones del chico. Corrió durante varios minutos hasta que se encontró cara a cara con Syndus. Cynthia abrió los ojos y dobló la esquina metiéndose en la primera puerta que encontró. Aquella era la sala de mando, las órdenes que diera ahí sólo servirían durante un corto periodo de tiempo, sin embargo no tenía más opciones el subconsciente de Syndus la perseguía y si la alcanzaba sería su fin, para siempre. La puerta se abrió de golpe detrás de ella dándole a entender que el shinter ya estaba ahí. Se giró de nuevo mirando a la habitación y gritó la orden antes de salir de aquel lugar esfumándose. - ¡BASTA! - La voz resonó en todos los huecos de la habitación perdiéndose en la largura del pasillo.

La tormenta de estacas de hielo amainó al mismo tiempo que el tornado dejaba de girar y desaparecía dejando caer al suelo a un Elijah más que moribundo. Syndus clavó sus ojos en Cynthia que en aquel momento respiraba entrecortadamente a causa del sofocón que se había llevado en su mente. - Tú... ¿te has metido en mi mente? - Era un pegunta retórica puesto que era más que obvio que el shinter sabía que lo había hecho. Su voz sonaba a amenaza e incluso a peligro inminente. - Voy a mataros a todos. - Sentenció con voz glacial al tiempo que alzaba las manos y sus ojos adquirían un tono amarillo. El mar dejó de arremolinarse alrededor, de hecho el mar se había quedado quito, como si alguien lo hubiera privado de las corrientes que hacían que se moviera. Los consejeros palidecieron todos al instante al ver cómo las aguas del mar se elevaban al cielo formando una segunda mar sobre todos ellos. Ahora donde estaban ellos sólo había tierra, nada más. Syndus había alzado todas las aguas y el mar estaba sobre ellos. Aquello era de locos y aún así los consejeros tuvieron la certeza de que efectivamente, iban a morir todos. Los ojos amarillos del Syndus se clavaron en los siete consejeros que parecían realmente asustados por primera vez desde que había comenzado la pelea. - Voy a mandaros de vuelta al núcleo. El elemento número cinco, la Tierra. El elemento prohibido. - No había terminado de decir la frase cuando algo sacudió la superficie donde se encontraban hasta los mismo cimientos. El suelo comenzó a resquebrajarse mientras una fisura gigante asomaba en la superficie, fisura que iba dirigida hacia los consejeros. - Os doy dos opciones. La primera. Podéis saltar a la fisura y dejar que la Tierra os devore para siempre, o dos. Podéis no saltar y toda la fuera del mar caerá sobre vosotros. En cualquier caso, moriréis. - Un escalofrío general recorrió a los consejeros y ninguno supo qué responder. En ese momento como si hubieran venido de la nada aprecieron dos chicos ante los consejeros. Uno de ellos era moreno, con el pelo largo de media melena. Los ojos muy claros con una mirada cristalina y limpia. No era demasiado corpulento, pero se nota que estaba bien cuidado. Su compañera era pelirroja. Ojos azules muy claros y grandes, el pelo por debajo de los hombros y bastante delgada, aunque no demasiado ancha. - ¡Venimos a ayudaros! ¡Lily, contenlo! - Masculló mientras todos los consejeros se juntaban agarrándose de las manos.- ¡No puedo frenar a alguien como él, tenemos que irnos y ahora! - Corrió hacia el resto de los consejeros en el momento en el que Syndus decidía poner fin a aquello. - Se os acabó el tiempo. - Musitó mientras la agrieta del suelo aumentaba de golpe y el mar del cielo se precipitaba sobre los consejeros justo en el momento en el que Lily agarraba la mano de su compañero Derek. A continuación el mar se estrelló contra la tierra provocando un enorme estruendo y arrasando con todo lo que pillaba por delante salvo al propio Synuds. Que se elevó en el aire con la ayuda del viento y se colocó en el barco viendo como el mar volvía a su posición original. - ¿Están muertos? - Preguntó Alex de forma tranquila mientras miraba a Syndus fijamente. Éste no respondió inmediatamente, simplemente se quedó observando cómo el mar volvía a su lugar. - Han escapado - Afirmó mientras suspiraba levemente. - A lo mejor han sido engullidos por la Tierra. - Sugirió Elena mientras ladeaba la cabeza levemente. - Yo soy la Tierra. - Dijo Syndus al tiempo que daba media vuelta y volvía al camarote seguido de tres de los cuatro elementos. Por su parte Zack se había quedado mirando el mar como si estuviera hipnotizado.- ¿Vienes, Zack? - Preguntó Aaron deteniéndose un instante y volviendo su rostro al del chico. - ¿No te habrás encariñado con esa chica, verdad? Recuerda que es el enemigo. - Zack negó con la cabeza al tiempo que sonreía. - No, no me he encariñado, soy consciente de que son el enemigo. Ya voy. - El ventus pareció satisfecho con la respuesta y siguió caminando. Por eso no pudo ver el suspiro de alivió que lanzó Zack cuando todos se habían marchado ya.